Ahí estaba otra vez. Cada vez que venía mi amiga Paula a casa pasaba lo mismo, era sentir el timbre y aparecer de la nada mi hermano Quique a dorarle la píldora y ella, como no podía ser de otra manera, se la dejaba dorar. Y sabiendo ambos que no me hacía ni pizca de gracia pero ellos continuaban a lo suyo, creo que ya lo hacían solo por molestarme.
¿Qué porque no me hacía gracia que coquetearan el uno con el otro? Pues porque los conocía a los dos y sabía que si algún día iban más allá del simple coqueteo alguien iba a salir dañado, en concreto mi amiga Paula. Ella siempre fue una chica muy enamoradiza y sabía que si se rendía a los encantos de mi hermano, se acabaría colgando de él y bueno, digamos que conociendo a mi hermanito, el cuelgue no sería recíproco.
Y es que pese a que es mi hermano, tengo que reconocer que Quique es un cabrón con las mujeres. A sus 19 años, con un cuerpo de escándalo, muy atractivo, un pico de oro y por lo que había oído por ahí una polla que hacía maravillas, nunca había tenido problemas para conquistar a la chica que se propusiera, ya fuera de su edad o mayor, que algún rumor me había llegado. Pero una vez conseguido su objetivo, si te he visto no me acuerdo y a por otra.
Por eso no me gustaba ver a los dos en ese plan. Había intentado hablar con Quique pero no me había servido para nada, al contrario, cuanto más difícil fuera el reto más empeño ponía. Y con Paula…pues ella sabía muy bien cómo era mi hermano y según ella solo se dejaba para darle falsas esperanzas pero aun así no las tenía todas conmigo.
Así que cuando aquel día entraron los dos en mi habitación y me propusieron ir a aquella fiesta de disfraces mi primera respuesta fue no. Y no porque no me apeteciera, cuidado. Que te inviten con 16 años a una fiesta universitaria no pasa cada día y me moría de ganas de ir pero me olía que todo aquello era una estratagema de mi hermano para follarse a Paula y por ahí sí que no. Para eso están las amigas ¿no?
Mi hermano se retiró pronto, decepcionado por mi negativa, pero fue salir y recibir el acoso de mi amiga que se moría de ganas por ir al igual que yo.
-¿Pero porque le has dicho que no, Julia? Es una fiesta universitaria, tía. Lo bien que nos lo vamos a pasar y encima rodeados de chicos macizos. No me puedes hacer eso…
-Parece que no conoces a mi hermano. Seguro que ya ha pensado algo para quitarte las bragas que parece que no lo conozcas…
-Claro que lo conozco, por eso no tienes que preocuparte. Ya sabes que estoy jugando con él y que no tiene ninguna posibilidad conmigo. Además, que si para ir a una fiesta universitaria me tengo que dejar sobar un poco pues me dejo y no pasa nada jajaja.
-¡¡Paula!!
-Como si tú no pensaras igual, Julia. Tu hermano es como la mayoría de los demás hombres solo que está más bueno jajaja. Lo que te frena es que sea tu hermano si no ya estaríamos buscando disfraces.
-¿Pero no ves que lo hago por ti? Te acabará haciendo daño, te lo estoy avisando.
-Y yo te lo agradezco Julia pero ya soy mayorcita y sé lo que me hago así que no me toques más los ovarios, di que sí y empecemos a buscar disfraces sexys para lucir nuestros cuerpos serranos.
-Cómo eres, jajaja. Venga, vale. Iremos a esa puñetera fiesta…
Con un grito Paula se tiró encima de mí, abrazándome y haciéndome caer sobre la cama, posición en la que nos pilló Quique cuando entró alarmado al sentir el grito.
-¡¡Coño!! Si os lo queríais montar entre las dos cerrad la puerta antes, que se oye todo y van a subir nuestros padres a ver qué pasa.
-Ya te gustaría a ti le dijo juguetona Paula. No era eso, es que he convencido a Julia por lo de la fiesta y al final sí iremos. ¿Qué te parece?
-Pues genial, lo vamos a pasar de miedo. La fiesta es el viernes a partir de las diez. ¿Os parece si quedamos y salimos de aquí para las once? A esa hora ya estará la cosa más animada.
-Pues genial, estoy deseando que llegue el viernes y ahora, si no te importa, sal y cierra la puerta que me apetece enrollarme con tu hermana y hacerla disfrutar un poco  dijo con voz sensual.
Si hubierais visto la cara que se le quedó a mi hermanito…creo que hasta se empalmó el pobre. Fue cerrar la puerta y estallamos las dos a reír. Cuando nos recuperamos del ataque de risa, fui a buscar mi portátil y empezamos a buscar disfraces para lucir en la fiesta. Al final nos decantamos por ir ella de Cleopatra y yo de Catwoman, disfraces que encargamos online para ir al día siguiente a buscarlos.
Aquel día no pasó nada más reseñable a parte del hecho que mi hermano se mostró más amable de lo habitual, supongo que como agradecimiento por haber aceptado ir a la fiesta y ponerle en bandeja de plata a mi amiga, o al menos eso creía él.
Al día siguiente, cuando salimos del instituto, fuimos a la tienda de disfraces a buscar los trajes, nos los probamos y nos quedaban como un guante. El mío, de cuero ceñido que se amoldaba a mi cuerpo como una segunda piel, unos taconazos de vértigo y una máscara que ocultaba parte de mi rostro. El de Paula, una túnica blanca semitransparente que llegaba a medio muslo, unas medias de rejilla, unas sandalias y una máscara egipcia que cubría la parte superior de su rostro. Vamos, si esa noche no ligábamos no lo íbamos a hacer nunca.
Los siguientes días pasaron rápidamente. Entre la rutina del instituto, quedar con los amigos y los deberes poco tiempo quedaba para calentarme la cabeza con lo que podía pasar en la fiesta. Además, Paula estaba tan segura de poder controlar la situación que hasta yo me convencí que nada podía pasar y bajé la guardia.
Esos días Quique se mostró especialmente agradable conmigo, supongo que no quería contrariarme para que no me echara para atrás. Y yo, relajada como hacía tiempo que no me encontraba con él, volví a disfrutar con su compañía como hacía tiempo que no hacía. Hasta nuestros padres se extrañaron de nuestra repentina cercanía pero no les podíamos contar la verdad, ellos no podían saber que yo iba a ir a una fiesta universitaria a la que nunca me dejarían ir.
Ellos iban a pasar el fin de semana fuera y yo les había pedido permiso para que dejaran venir a Paula a hacerme compañía y, sabiendo que Quique se iba a ir de fiesta  como solía hacer, aceptaron encantados ya que así no estaría sola. Eso sí, me hicieron prometer que no la liaría en casa cosa que juré al instante. Total, no era en casa donde pensábamos liarla.
Al final llegó el gran día. Aquel viernes por la tarde nuestros padres llegaron del trabajo, cargaron las maletas y se despidieron de nosotros hasta el domingo por la tarde. En cuanto se fueron, llamé a Paula para avisarle que ya podía venir a casa donde llegó a los pocos momentos. Como siempre, tocar el timbre y aparecer mi hermanito a interesarse por ella y ella dejándose querer pero esta vez no me importó y me fui al dormitorio a esperar a mi amiga.
Ella subió al poco, dejó una pequeña maleta en el suelo de la habitación y empezó a sacar ropa, maquillaje y los disfraces que ella había escondido en su casa. Nos desvestimos y nos pusimos nuestros respectivos disfraces, nos maquillamos ligeramente y ya estábamos listas para disfrutar de nuestra gran noche.
Cuando salimos de la habitación sentimos en el salón a Quique que ya estaba arreglado esperándonos. Él había optado por un disfraz de gladiador: una especie de falda de tiras de cuero que dejaba a la vista sus fuertes piernas, en la parte superior unas hombreras y una cinta de cuero que atravesaba su pecho desnudo y musculado y en los pies unas sandalias de tiras que bajaban de sus pantorrillas hasta sus pies. La verdad es que estaba cañón y hasta yo babeé al verlo y eso que era mi hermano, ni os podéis imaginar la cara que se le quedó a Paula.
Creo que en ese momento las dos nos empezamos a plantear si lo de esa noche era buena idea pero nos callamos y, antes de darnos cuenta, estábamos en el coche de Quique de camino a la fiesta que se celebraba en la casa de un compañero suyo, cuyos padres estaban fuera.
Cuando llegamos aquello estaba ya a pleno apogeo. Gente entrando y saliendo, bebida por doquier y sustancias digamos que no tan legales pasaban de mano en mano sin control. Paula y yo estábamos alucinadas viendo todo aquello ante un Quique que actuaba como si aquello fuera lo más normal del mundo.
A medida que nos íbamos encontrando con amigos suyos nos iba presentando recalcando sobre todo el que yo era su hermana y de esta manera nos fuimos adentrando en la casa hasta llegar a la cocina donde se encontraba el anfitrión, amigo íntimo suyo, lugar donde se servían las bebidas. Mientras nos presentaba a su amigo nos preparó unos chupitos que nos bebimos casi al instante, preparando inmediatamente otros a la vez que su amigo liaba un porro que empezó a pasar entre los allí presentes.
Quique no le hizo ascos, le dio una profunda calada pasándoselo a Paula que estaba a su lado y, que no queriendo parecer una rajada, lo cogió intentando aparentar normalidad y también lo probó. Después era mi turno, no me hacía mucha gracia aquello pero viendo que iba a ser la única sin atreverme hice de tripas corazón y también le di una calada intentando evitar el ataque de tos que me sobrevino y que delataría mi inexperiencia en aquellos lares.
Allí continuamos un rato más, bebiendo y fumando mientras iba pasando gente, a algunos nos los presentaban a otros no ya que ni ellos sabían quiénes eran. Yo ya me temía que mi hermano trataba de emborracharnos y colocarnos para aprovecharse de mi amiga pero para mi sorpresa, al poco se despidió de nosotras deseando que nos divirtiéramos y se perdió entre la multitud. Al poco lo vimos a lo lejos coqueteando con una morenaza que parecía iba a ser su objetivo esa noche.
Aliviada en parte al saber que mi hermano no iba a intentar nada raro esa noche, nos adentramos en la casa disfrutando del ambiente, hablando con la gente que nos habían presentado y disfrutando de la fiesta, todo ello aderezado con el alcohol que corría como la espuma y algún porro que caía en nuestras manos.
Si a Quique casi le perdimos de vista al que no perdimos de vista fue a su amigo, el anfitrión de la fiesta, que se llamaba Juanjo. Se pegó a nosotras como una lapa, sobre todo a Paula a la que no soltaba de la cintura y creo que de vez en cuando se perdía algo más abajo por los gestos molestos de ella. Cada vez estaba más incómoda con el acoso de aquel chico que, a medida que iban cayendo los chupitos y los porros iban haciendo su efecto, se envalentonaba cada vez más.
-¿Vamos al baño Julia? Me preguntó intentando escapar de sus manos cada vez más atrevidas.
-Claro, vamos. En lugar de ir al baño me hizo acompañarla a una de las habitaciones del piso superior, a una vacía claro está, ya que algunas estaban ya ocupadas con gente haciendo lo que os podéis imaginar.
-Tía no aguanto más a ese tío, es un jodido pulpo. Creo que no hay un trozo de mi cuerpo que no me haya tocado y lo peor es que me estoy empezando a calentar y como siga así a saber que soy capaz de hacer…
-Joder ¿y qué hacemos? ¿Nos vamos?
-Yo me lo quiero pasar bien y no irme, tenemos que pensar en alguna manera de quitárnoslo de encima pero sin ofenderlo, que al fin y al cabo es el dueño de la casa y amigo de tu hermano y no es plan creo yo de ser borde…
-¿Ya tienes algo pensado no?
-Bueno, sí. ¿A ti te importaría si nos cambiamos de disfraz? Así le doy esquinazo y cuando intente algo le dices quien eres y a ti no se atreverá a ponerte la mano encima.
-Anda que menudo plan te has buscado. Tú te vas tan fresca y yo, mientras tanto, aguantando a ese plasta y tratando que no me meta mano.
-Solo el tiempo necesario para desaparecer un rato, luego le dices quien eres y te dejará en paz enseguida. Yo ya te avisaré de donde estoy y nos volvemos a cambiar, de esa manera no creo que vuelva a molestarnos el resto de la noche. Va, di que sí….
-Joder Paula, no sé cómo me dejo liar así…
Paula me abrazó y empezamos a cambiarnos los disfraces que por suerte, al ser ambas de cuerpo similar, nos quedaban como un guante y con las máscaras no se notaba el cambio.
Volvimos a la fiesta, yo en busca de Juanjo para distraerlo mientras Paula se confundía entre la gente, buscando pasar desapercibida para su acosador y de paso echarme un ojo por si se pasaba de la raya. Enseguida apareció el chico, su mano viajó a mi cintura y me decía lo mucho que me había echado de menos.
A la media hora ya estaba más que harta de él y le hice señas a Paula para decirle que era la hora de parar aquello y hacer de nuevo el cambio. En ese tiempo ya había notado varias veces su mano recorrer mi culo, su brazo rozar mis pechos y sus labios siempre rozándome el lóbulo de la oreja con la excusa de la música. Sí, me estaba calentando contra mi voluntad y quería parar aquello ya.
Paula desapareció buscando algún sitio tranquilo y yo le dije a Juanjo si había algún sitio tranquilo, que tenía una cosa que decirle. Él me cogió de la mano, sacándome del salón y llevándome a la parte trasera de la casa donde no había nadie. No me dio tiempo a decir nada. Se abalanzó sobre mí, besándome con ganas y cogiéndome por sorpresa y, al no notar rechazo, sus manos empezaron a surcar mi cuerpo cual auténtico pulpo. No dejó nada sin tocar y, antes que me diera cuenta, su mano ya se había colado entre mis braguitas acariciando mis labios y poniéndome a mil por hora.
Por suerte, en ese momento logré recuperar la poca cordura que me quedaba y, buscando fuerza de voluntad que ya no creía tener, lo empujé y salí corriendo de allí volviendo al salón, busqué un baño y me metí dentro intentando recuperarme y recobrar la compostura. Estaba apoyada en la pica del lavabo, con la intención de abrir el grifo y remojarme un poco para aplacar la enorme calentura que sentía cuando se abrió la puerta del baño, entró alguien que cerró la puerta por dentro y cuando quise darme cuenta, noté como un cuerpo se pegaba al mío por detrás.
Cuando busqué su mirada en el espejo, esperando encontrarme a Juanjo que me habría seguido en mi huida, cual fue mi sorpresa al encontrarme con la mirada de mi hermano Quique, que me miraba con esa mirada suya de satisfacción al saberme que estaba acorralada y que no tenía escapatoria. Quise abrir la boca para decirle que se equivocaba, que yo no era Paula, que nos habíamos cambiado los disfraces pero no pude. Su mano izquierda voló hasta mi boca, la cubrió y ahogó mis palabras.
-Chiisss no hagas ruido Paula, no queremos que aparezca Julia y nos fastidie la fiesta ¿verdad?
Seguí protestando inútilmente mientras notaba como su mano derecha recorría mis pechos sobándolos a conciencia, endureciendo mis pezones que ya se marcaban con rotundidad en la fina tela del disfraz. Con mis manos y mi cuerpo intentaba separarme de él pero lo único que conseguía era frotar mi culito contra su entrepierna, donde empecé a notar como crecía un bulto sospechosamente grande confirmándome lo que ya había oído por ahí de lo bien dotado que estaba mi hermano.
Si ya llegaba excitada de mi encuentro con Juanjo ahora estaba cachonda perdida, mis pitones amenazaban con rasgar la tela, mis braguitas estaban pegadas a mi sexo de la cantidad de flujo que emanaba y lo único que quería era que me follaran, ya me daba todo igual. Y Quique, hombre con mucha experiencia en esos lares, lo sabía perfectamente.
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Su mano derecha abandonó mis pechos para colarse entre mis piernas, buscó mi ropa interior y me la arrancó de un solo tirón que me arrancó un grito mitad de dolor mitad de placer que quedó ahogado por su manaza. Sentí como su mano bregaba con su ropa interior hasta que, al fin, noté su poderosa verga rozándose contra la entrada de mi coño.
-Por fin eres mía, Paula. Ya puedes disfrutar de lo que tanto deseabas susurró pegando su boca a mi oreja y haciéndome estremecer de placer.
Lo siguiente que noté fue su polla abrir mis labios y colarse en mi interior abriéndome como nunca nadie lo había hecho y clavándomela enterita hasta el fondo. Pegué tal grito que si no hubiera tenido su mano en mi boca me hubieran oído en toda la casa. ¡Joder qué polla!
No era virgen, ya había estado con un par de chicos y había visto, tocado y saboreado algunas pollas pero como aquello que tenía en ese momento dentro de mí ni en broma. Aquello ya no había quien lo parara y, mientras Quique estaba quieto dejándome que mi coño se amoldara a su miembro, yo le gruñí como pude que quería más. Pareció entenderlo a la primera porque lo siguiente que sentí fue su polla casi salirse para volver a entrar de un solo empellón haciéndome ver las estrellas y arrancándome el primer orgasmo de la noche y de mi vida.
Quique, sabiendo que estaba completamente a su merced, empezó a penetrarme de forma rápida y dura, teniendo que agarrarme con mis manos a la pica del lavabo para ganar algo de estabilidad y no me estampara contra el cristal, donde veía reflejado su rostro victorioso y consumido por el placer que estaba experimentando.
-Joder Paula, esto es mejor de lo que me esperaba, tienes un coño súper estrecho me dijo mientras no cesaba de bombear su polla que me estaba partiendo en dos.
Si el supiera que no era a Paula a la que se estaba tirando sino a su hermanita…pero claro, no era yo la que le iba a decir algo, más que nada porque su mano seguía impidiéndome que abriera la boca.
Sus caderas se movían cada vez con más rapidez, su polla entraba y salía con golpes secos y profundos rozando cada milímetro de mi vagina y un segundo orgasmo me acechaba y él parecía que tenía cuerda para rato. No me extrañaba que se tirara a quien quisiera, era una verdadera máquina de follar y su fama era bien merecida.
Con un grito ahogado me corrí por segunda vez y casi pierdo el sentido y el equilibrio pero su fuerte mano me sujeto por la cintura impidiéndome que me desplomara pero ni con esas dejó de penetrarme y continuó arremetiendo contra mí sin descanso, alargando aquel orgasmo y notando las contracciones de mi sexo anunciando un tercero que presagiaba devastador.
Tres arremetidas brutales de mi hermano, me encastaron contra el espejo donde pude ver su rostro contraído por el placer al tiempo que notaba su polla descargarse en mi interior, sintiendo como sus chorros de semen impactaban contra las paredes de mi vagina y éstas contraerse llevándome a un tercer y brutal orgasmo, sintiendo mi cuerpo estremecerse como nunca había sentido y dejándome totalmente rendida, solo sujeta por la mano de Quique que me aguantaba cómo podía por la cintura.
Él se inclinó sobre mí y me besó en el cuello mientras esperaba que me recuperara algo. Cuando vio que ya era capaz de sostenerme por mi misma, se salió de mi interior guardando su miembro dentro de su ropa interior y, antes de bajarme la túnica que había arremangado en mi cintura, me dio una cachetada en la nalga que, en lugar de dolerme, me provocó otro estremecimiento de placer.
-Ha sido la ostia Paula pero de esto ni una palabra a Julia o nos mata a los dos eh… y bueno, si alguna vez te apetece repetir me das un toque y ya veremos cómo lo hacemos para quitárnosla de encima y que no se entere.
Me alcé como pude sintiendo mis piernas entumecidas por la postura y mi coño totalmente abierto y rezumando fluidos que se deslizaban por mis muslos. Quedamos los dos de frente, yo aún atrapada contra el lavabo y mirando cómo escapar de allí antes de que se percatara de su error pero no iba a ser tan fácil. Se acercó de nuevo y para mi sorpresa, agarrándome por la nuca, me atrajo hacía él juntando sus labios contra los míos, besándome con auténtica lujuria y con su lengua buscando abrir mis labios para enzarzarse con la mía.
No me resistí y nuestras lenguas se encontraron chocando la una con la otra alargando aquel beso que ninguno de los dos estaba dispuesto a dar por acabado. Al final fue él el que separó de mí, me miró con deseo y se encaminó hacía la puerta del baño.
-Será mejor que me vaya o voy a tener que follarte de nuevo y Julia debe hacer rato que te busca, mejor no correr riesgos. Espero tu llamada me dijo guiñándome el ojo, quitando el pasador y saliendo del baño.
Me apresuré a volver a echarlo, necesitaba limpiarme cosa que hice al instante mientras me empezaban a asaltar las dudas sobre lo que había pasado y cómo iba a afrontar los próximos días el tener que ver a mi hermano sabiendo lo que había pasado entre los dos.
Salí del baño después de adecentarme como pude y busqué a Paula, a la que encontré al poco que venía en mi busca al no haber respondido a sus mensajes y llamadas que, la verdad, ni había oído en el fragor del encuentro en el baño. En cuanto me vio supo que algo había pasado pero no podía decirle la verdad, así que le pedí de irnos y contarle tranquilamente lo que había pasado, así ganaba algo de tiempo para inventarme algo convincente.
Cuando llegamos a casa después de coger un taxi y haber avisado a Quique que nos íbamos por medio de un mensaje a su móvil, nos cambiamos y ahí fue cuando Paula empezó a entender que podía haber pasado al comprobar que no llevaba ropa interior, mi sexo enrojecido y manchas de fluidos resecos en mis muslos y pubis.
-¿Pero qué ha pasado Julia? No me jodas que ese gilipollas se ha sobrepasado contigo. Que se lo digo a tu hermano y entre los dos le cortamos la polla…
-¿Y qué pensabas que iba a pasar con tu maravilloso plan? En cuanto hemos salido de la casa para ponerle los puntos sobre las íes se ha tirado encima de mí, besándome y tocándome por todos lados y joder, que una no es de piedra…y el alcohol, los porros…total, que me ha arrancado las braguitas y hemos follado contra la pared de su casa. ¿Estás contenta?
-Tía, lo siento de verdad, no creía que esto iba a acabar así pero viendo el estado de tu coñito no creo que tengas ninguna queja eh pillina… ¿Folla bien el cabrón? Lo digo por si me lo tiro yo otro día que ahora me has dejado con mal sabor de boca por no ser yo la que estaba ahí.
Mi trola había colado y me pasé el resto de la noche dándole detalles del polvo nomás que sustituyendo a Quique por Juanjo y la localización de nuestro encuentro. Nos dormimos no sé a qué hora y excitadas por la explicación de mi follada. De Quique esa noche no tuvimos noticias y ni me enteré de cuando llegó.
Al día siguiente nos levantamos reventados por la noche de juerga, desayunamos tarde y no teníamos el cuerpo para nada. Quique ni mencionó nuestra escapada de la fiesta ni mostró nada que delatara que hubiera tenido algo con Paula o al menos eso creía él, lo que consiguió que me relajara pensando que todo iba a salir bien. Pasamos la tarde tranquilamente en casa y haciendo planes para aquel sábado por la noche, decidiendo ir a alguna discoteca a pasarlo bien pero en plan más tranquilo que la anterior.
Nos vestimos súper sexy y salimos con Quique a una de las discotecas que él solía frecuentar y a la que pudimos entrar sin problemas al ir con él. Bebimos, bailamos y lo estábamos pasando de fábula cuando todo se fue a la mierda. Como la noche anterior, en cuanto llegamos a la discoteca Quique se perdió en ella yendo de un lado a otro y dejándonos a nuestro aire. En un momento dado Paula tuvo necesidad de ir al baño y fue sola mientras yo me quedaba en la pista bailando con un morenazo que estaba de muy buen ver.
Cuando me quise dar cuenta, una Paula furiosa vino en mi busca y me dijo que se quería ir. Yo no entendía nada pero hice lo que ella quería y nos fuimos de vuelta a casa, allí ya tendríamos tiempo para que me aclarara lo que había pasado.
En casa Paula, muy enfadada, no dejaba de dar vueltas mientras no paraba de despotricar contra Quique que no entendía que pintaba allí. Al final conseguí que se tranquilizara lo suficiente como para que me explicara lo que había pasado.
-Tu hermano es un cabrón Julia. Cuando he ido al baño ha aparecido él de no sé dónde y, cogiéndome de la mano, me ha arrastrado a una especie de almacén. Cuando me he querido dar cuenta me estaba besando y metiéndome mano y yo intentando quitármelo de encima cómo podía hasta que al final he conseguido soltarle una bofetada que ha hecho que se apartara y me dejara libre. ¿Y sabes que me dice el tío? Que si me había vuelto loca, que si es que no me había gustado lo de anoche. ¿Te lo puedes creer?
-¿Y qué le has dicho, Paula? le pregunté blanca como el papel y oliéndome que todo se había ido a la mierda.
-Pues que le iba a decir, la verdad. Que no sabía con quién él había follado la noche anterior pero que conmigo no, que bastante había tenido con quitarme de encima al sobón de Juanjo, que no me había dejado en paz en toda la noche hasta el punto que tuve que pedirte que nos cambiáramos de disfraz para darle esquinazo.
-¿Y qué dijo él? pregunté ya resignada sabiendo que se había descubierto todo el pastel.
-No dijo nada, estaba callado y blanco como nunca lo había visto así que aproveché para insultarlo un rato más y me largué pitando de allí antes de que volviera en sí. Menudo pedal debía llevar el tío para no saber a quién se había tirado anoche y pensarse que era yo la que se la había dejado meter…ni que estuviera tan desesperada.
Yo ya no la escuchaba. Ella seguía poniéndolo verde mientras yo no dejaba de pensar en que iba a pasar ahora que él también era consciente que se había follado a su hermana. Al final Paula consiguió calmarse un poco y no tardó en dormirse, yo no tuve tanta suerte y pasé en vela casi toda la noche. Mi hermano llegó poco después que nosotras, demasiado pronto para lo que era habitual en él pero supongo que debía estar conmocionado por lo que había descubierto.
El domingo volvimos a levantarnos tarde y, por suerte, Paula se fue a su casa antes de que se despertara Quique evitando así una situación incómoda entre los dos. Cuando al fin hizo acto de presencia noté que procuraba mantener las distancias conmigo y lo que es hablar, lo mínimo imprescindible. Fue un alivio cuando volvieron nuestros padres rompiendo así el ambiente tenso que había entre los dos.
Los siguientes días transcurrieron igual, los dos procurando evitarnos, hablando lo mínimo y haciendo todo lo posible por no encontrarnos solos. Hasta nuestros padres se dieron cuenta de que algo pasaba ya que estábamos más taciturnos de lo normal pero al final desistieron de seguir preguntando ante nuestra negativa a reconocer que algo pasaba.
Hasta Paula cambió sus hábitos y ya casi ni pasaba por casa, prefería quedar conmigo fuera con tal de no encontrarse con mi hermano. Y otra consecuencia de lo que había sucedido en aquella fiesta fue el hecho de que, aunque me mostraba preocupada por lo que había pasado y el cariz que estaba tomando la relación con Quique, no podía evitar en la intimidad de mi habitación masturbarme recordando lo sucedido alcanzando unos orgasmos sublimes que después, casi siempre, los remordimientos me dejan mal sabor de boca.
Fueron casi quince días los que transcurrieron en ese plan, nuestra relación era casi nula, aunque los últimos días había cazado a Quique mirándome a hurtadillas para enseguida desviar la mirada al sentirse pillado. Pensaba que quería hablar y decidí darle tiempo y algo de espacio a ver si se decidía pero tenía claro que, si él no lo hacía lo haría yo, porque la situación empezaba a ser insostenible.
Ese fin de semana nuestros padres tenían planeada otra salida pero dudaban viendo el percal que había entre los dos pero al final conseguí convencerlos para que se fueran tranquilos. Tenía ya claro que de ese fin de semana no pasaba y que uno de los dos tenía que dar el paso para arreglar aquel embrollo.
Nuestros padres se fueron el sábado por la mañana y Quique casi se fue al instante de irse ellos, había quedado con unos amigos y no volvería hasta última hora de la tarde, así que pasé el resto del día sola ya que no me apeteció salir, solo pensaba en cómo abordarle para tener aquella conversación que teníamos pendiente.
No sé ni cuando me dormí solo recuerdo despertarme al notar una presencia en mi habitación. Cuando abrí los ojos me encontré con Quique que me observaba allí tumbada en la cama solo vestida con unas braguitas y una camiseta de tirantes que dejaban poco margen a la imaginación. Me alcé un poco para contemplarlo yo también, con mi respiración agitada ya que la situación me estaba excitando.
Los dos solos en aquella habitación en penumbra, medio desnuda y con el recuerdo aún fresco del polvo salvaje en aquel baño. Él seguía de pie sin moverse, con una camiseta holgada que no hacía justicia a su torso musculado y unos pantalones tejanos donde creí apreciar un bulto en su entrepierna que me hizo humedecer aún más.
Fue entonces cuando mi cuerpo tomó el control e hizo lo que tanto deseaba, provocarle y darle el impulso que necesitaba para decidirse. Girándome hacía él, tumbada como  estaba, abrí mis piernas exponiendo mi sexo apenas cubierto por la fina tela de la braguita humedecida por mis fluidos. No necesitó más y se acercó hasta el borde de la cama donde pudo contemplar perfectamente la mancha que impregnaba mi ropa interior y ahí supo que lo deseaba como él a mí como pude comprobar enseguida.
Se quitó la camiseta con presteza y, de un tirón, sus tejanos y ropa interior descendieron hasta sus tobillos mostrándoseme desnudo por primera vez, pudiendo contemplar por primera vez su miembro que ya se alzaba orgulloso y en todo su esplendor, aquel miembro que tanto placer me había dado y que estaba segura que iba a volver a hacer.
Se inclinó hacia mí apoderándose de las tiras de mi braguita y, ayudándole alzando mi culito de la cama, me desprendió de ellas, acercándolas a su nariz antes de lanzarlas junto al resto de la ropa que había desperdigada por la habitación. Aquello me encendió más si cabe, me dejé caer sobre la cama y abrí más mis piernas dispuesta ya para que me clavara su miembro pero me equivoqué, ya que lo que sentí en mis labios no fue su polla sino su lengua recorriéndolos, lamiéndolos, besándolos, mordisqueándolos haciéndome sentir sensaciones nuevas para mí.
Mi cuerpo se agitaba fruto de las sensaciones placenteras que me estaba provocando su lengua, mis piernas se abrían solas buscando facilitar su excelente labor y mis manos acariciaban su cabello alentándolo a seguir complaciéndome como estaba haciendo. Cuando su lengua alcanzó mi  clítoris, le bastaron un par de lamidas para hacerme estallar en un brutal orgasmo que esta vez no tuve que reprimir y pude gritar a los cuatro vientos.
Tumbada en mi cama, desnuda de cintura para abajo, aun sintiendo las contracciones de mi vagina tras el reciente orgasmo y aun con mi hermano acariciando suavemente mis muslos y mi pubis supe y quise que aquello no acabara, quería más, necesitaba más. Me desprendí de la camiseta y mi sujetador mostrándole por primera vez mis pechos desnudos, visión que debió agradarle porque enseguida subió para besarlos, palpar tu tersura y estimular mis pezones.
Al hacerlo, su polla quedó a la altura de mi sexo que no dejaba de rozarlo provocándome auténticos calambrazos de placer aumentados por la labor que estaba haciendo con mis tetas. Me estaba volviendo loca y empecé a mover mis caderas buscando el contacto con su miembro, buscando que me penetrara, lo necesitaba como el vivir.
Por suerte, Quique era un amante experimentado y entendió mis necesidades enseguida, guiando con su mano su miembro hasta apoyarla junto a mi abertura, empezando a empujar de forma lenta pero inexorable, clavándome su fantástica polla, notando como abría mi vagina y estimulando cada porción de carne de su interior. ¿Podía haber una sensación mejor que aquella?
Enseguida la noté llenarme por completo, con mi cuerpo  abrazado al suyo y mi boca ahogando sus gemidos hundida en su hombro. Paró dejando que me adaptara a su enorme tamaño, lo miré encontrando que me estaba observando, viendo mis gestos de placer y no pude evitar buscar con mis labios los suyos fundiéndonos en un beso apasionado que fue el pistoletazo de salida para que sus caderas empezaran a moverse metiendo y sacando su polla de mí.
Estaba completamente entregada a él y lo sabía, pero aun así no se aprovechaba de ello y continuaba penetrándome de forma lenta y profunda, nada que ver con el polvo salvaje del otro día pero me estaba gustando igual o más ya que esta vez era plenamente consciente de lo que pasaba.
Con nuestras bocas unidas y nuestras lenguas buscándose con avidez, mis pechos meciéndose al ritmo de sus movimientos y rozando su piel desnuda, un estremecimiento empezó a recorrerme el cuerpo entero y supe que un orgasmo colosal estaba a punto de alcanzarme. Quique también lo notó aumentando el ritmo de sus penetraciones, buscando alcanzar su orgasmo a la par que el mío. Yo ya no podía más y me corrí, un orgasmo aún mejor que el que me había sacado antes con su lengua, que ahogué con su boca ávida de mí, un orgasmo que parecía no acabar ya que se alargó al notar como su polla escupía su semen dentro de mí, un orgasmo que me hizo caer rendida sobre la cama, un orgasmo que me hizo sentir la mujer más feliz del mundo.
Cuando me recuperé busqué con la mirada a mi hermano, estaba tumbado en la cama junto a mí, deleitándose con mi cuerpo desnudo.
-¿Te gusta lo que ves? Le pregunté sabiendo de antemano su respuesta.
-Por supuesto, eres la cosa más bonita que he visto nunca. No sé si aquello se lo decía a todas pero me gustó sentirlo salir de sus labios.
-Pensé que me rehuías, que te avergonzabas de mí.
-Te rehuía sí, pero avergonzarme de ti nunca. Me avergonzaba de lo que sentía por ti. Cuando supe que aquel día, en la fiesta, eras tú y no Paula a la que me había follado no sentí arrepentimiento sino ganas de repetir, de volver a sentirte. No podía quitarte de mi cabeza y por eso te evitaba, para escapar de la tentación pero lo siento, no he podido resistirme más y cuando te he visto así, tumbada en la cama, con esa pose inocente he sabido que nunca podría apartarte de mi cabeza y que tenía que volver a tocarte, sentirte.
Mi hermano sentía lo mismo que yo. Ni se arrepentía ni se avergonzaba de lo que habíamos hecho al igual que yo, solo ganas de repetir y volver a sentirnos unidos como aquella noche, cosa que acabábamos de hacer una vez superado el tabú de ser hermanos y comportarnos como lo que éramos, un hombre y una mujer que se atraían.
Me giré hacía él para besarle de nuevo, dicen que una imagen vale más que mil palabras y así quería demostrarle que el sentimiento era recíproco. A medida que nuestro beso aumentaba en intensidad mi mano buscó su miembro, aún flácido, rodeándolo con mi manita a todas luces insuficiente para abarcar toda aquella carne.
Nos morreábamos con pasión desenfrenada mientras sus manos no daban abasto surcando mi delicada piel, su miembro aumentaba de tamaño fruto del buen hacer de mi mano que no dejaba de recorrerlo en toda su extensión y mi coñito volvía a rezumar fluidos excitado de nuevo ante el cúmulo de placenteras sensaciones.
Estábamos desbocados, cegados por la lujuria y el deseo tanto tiempo contenido y había que dar rienda suelta a toda aquella pasión que nos desbordaba. Quique fue el que tomó el mando separándose momentáneamente para, girándome y alzándome mis caderas, dejarme totalmente expuesta mi retaguardia donde no tardó en enfilar su polla más que lista para volver a entrar en acción.
De un solo empellón entró entera, arrancándome un profundo gemido y haciéndome comprender que esta vez iba a ser diferente, que mi hermano me iba a follar como un salvaje y que estaba segura que me iba a hacer ver las estrellas. Enseguida me lo confirmó imprimiendo un ritmo endiablado a sus caderas mientras yo hacía lo imposible por mantener el equilibrio sobre la cama.
No lo conseguí y al final acabé tumbada sobre la cama, con Quique acompañándome en la caída pero eso tampoco supuso ningún contratiempo para él. Paró momentáneamente para colocar una almohada bajo mis caderas y volvió a reanudar sus fuertes arremetidas arrancándome auténticos alaridos de gusto que ahogaba contra el colchón sobre el que estaba tendida.
Sus manos apoyadas en el colchón a ambos lados de mi cuerpo, casi rozando los laterales de mis pechos, su cuerpo dejado caer sobre el mío sintiendo su calor, el roce de su piel y sus gotas de sudor cayendo sobre mi espalda desnuda, su pelvis golpeando en cada penetración mis nalgas, sus testículos rebotando sobre mi cuerpo con cada embestida, mis pezones rozándose con las sábanas de la cama y mi clítoris contra la almohada…demasiado estímulo para mi excitado cuerpo y me corrí sin remisión, sintiendo como mi vagina regaba su miembro y lo apretaba intentando exprimirlo pero sin conseguirlo.
Él hacía poco que se había corrido y al parecer tenía cuerda para rato, así que continuó empalándome con su polla sin darme tregua ni descanso provocando que al poco volviera a estar gritando y gimiendo de gusto, pidiéndole más y que no parara de follarme de aquella manera que me estaba volviendo loca.
No sé cuánto tiempo estuvimos follando así, como dos animales salvajes controlados por sus instintos más básicos pero aquello tenía que tener un fin y éste estaba cerca, nuestros cuerpos nos anunciaban la llegada de nuestro clímax y eso nos estimuló a dar un paso más, a empujar aún más fuerte y más duro, a buscar con mis caderas las suyas exprimiendo su polla contrayendo mis paredes vaginales, alentarle con mis palabras a que me llenara con su leche…y al final pasó. Nos corrimos a la vez, Quique soltando un bramido empezó a lanzar borbotones de semen llenando mi vagina y yo con un largo berrido y todo mi cuerpo arqueándose fruto del placer.
Nos derrumbamos los dos sobre la cama, el uno al lado del otro, derrengados y cansados pero satisfechos, completamente satisfechos. Estuvimos un buen rato así, los dos juntos, el uno al lado del otro, descansando y recuperándonos del tremendo esfuerzo que acabábamos de realizar.
Quique fue el primero en levantarse y empezar a recoger su ropa del suelo de la habitación. Yo me quedé mirándolo, esperando que dijera algo sobre lo que había pasado y, sobretodo, lo que nos deparaba el futuro. No quería que aquello acabara allí pero necesitaba un gesto, una señal, algo que me indicara que él quería continuar con aquello.
No hizo amago de vestirse, solo permanecía allí de pie, desnudo y mirándome como pensando qué decir, qué hacer.
-Julia, supongo que no tomas la píldora así que será mejor que vayamos a una farmacia a por la píldora del día después. Me he corrido dos veces en tu interior y es mejor no tentar a la suerte.
-No te preocupes por eso, puedo ir yo sola… dije un poco triste pensando que aquello suponía el fin de nuestros encuentros.
-No, yo iré contigo. Tengo que comprar condones para las próximas veces que te folle así no corremos riesgos, al menos hasta que empieces a tomarte la píldora y pueda volver a follarte a pelo. Bueno, si tú estás de acuerdo, claro me dijo con una gran sonrisa en su cara.
Qué decir a aquello. Di un grito de alegría y me abalancé sobre él a besarlo y abrazarlo. Al final tuvo que separarme de él ya que volvía a excitarse y no quería tentar más a la suerte a parte del hecho que teníamos nuestros cuerpos destrozados después de aquella sesión de sexo.
Nos duchamos, cenamos juntos y después cada uno se fue a dormir a su habitación. Al día siguiente volvían nuestros padres y, como no sabíamos fijo a qué hora, era mejor no correr riesgos. Como me había prometido a la mañana siguiente me acompañó a la farmacia y nos pertrechamos bien para nuestros futuros encuentros. O no tan futuros ya que volvimos a casa, aparcó el coche en el parking subterráneo que había debajo de nuestro bloque y allí mismo, en la intimidad de su coche, volvimos a follar los dos. Él en su asiento reclinado y yo cabalgándole como una posesa en busca del placer mutuo.
Subimos a casa y al poco llegaron nuestros padres que se alegraron al comprobar que habíamos aparcado nuestras diferencias y volvíamos a comportarnos como dos hermanos normales. Si ellos supieran…
A partir de ese día empezamos los dos una relación furtiva que nos llevó a disfrutar de nuestros cuerpos casi a diario. Cuando volvíamos del instituto yo y de la universidad él nos abalanzábamos el uno sobre el otro y no parábamos hasta saciarnos el uno del otro. Teníamos que aprovechar aquellos instantes antes de que volvieran nuestros padres de sus trabajos.
Con Paula las cosas mejoraron en relación a Quique, que se disculpó las veces que hizo falta hasta que consiguió que lo perdonara. Ahora, cuando viene a casa, no es mi hermano es que la atosiga sino ella. Dice que le encanta que un hombre la pida perdón y si encima está bueno, que más se puede pedir. A mi sigue sin hacerme ni pizca de gracia esta situación pero ahora no es porque mi amiga pueda salir dañada sino porque siento celos, me molesta verlos juntos y hago lo imposible para separarlos pero Quique, sabedor de ello, me provoca con ello. Menos mal que luego se lo perdono cuando me folla hasta dejarme reventada.
¿Qué nos deparará el futuro? No lo sé, de momento nos limitamos a disfrutar el uno del otro aunque Quique se está planteando pedir un traslado a otra universidad fuera de nuestra ciudad y, cuando me llegue a mí la hora de emprender mi aventura universitaria, pedir plaza allí y compartir piso los dos. Solo el pensar en vivir los dos solos, poder disfrutar el uno del otro sin tener que escondernos, libres de ataduras y sin prejuicios en un lugar donde nadie nos conozca me excita sobremanera y estoy deseando poder hacerlo realidad.

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